Señales por todas partes

Radha Burnier nos propone estar atentos a las diversas señales que la Mente Cósmica nos presenta en toda la Naturaleza.

A través del tiempo, mentes sensitivas han encontrado constante inspiración en las manifestaciones de la Naturaleza. Han aludido a lecciones que todo ser humano puede encontrar en la inagotable variedad de fenómenos y formas que nos rodean. Pero generalmente estamos ciegos a estas señales de la Presencia Divina que, de acuerdo con la tradición Islámica, se manifiestan por todas partes. Los que han leído a Shakespeare recordarán sus palabras acerca de encontrar «lenguas en los árboles, libros en los corrientes arroyos, sermones en las piedras, y bondad en todo». Como señaló un sabio Maestro en los primeros días de nuestra Sociedad, pueden tomarse indicaciones de dondequiera puesto que indicaciones son abundantes en la Creación.

Jesús también enseño a sus discípulos: «considerad los lirios, cómo crecen. No trabajan ni hilan«. Hay muchas flores bellas y fragantes cuya sola presencia lleva felicidad a los que pasan. L. Schmithhausen, en su erudito trabajo sobre Budismo y Naturaleza, llama la atención sobre la opinión de que hay ejemplos de perfección espiritual, sin temor, libres de deseo, ira, amor a las posesiones y demás. A través de la Naturaleza la Mente Divina revela otros incontables esplendores. Jami, el místico Sufi, escribió: «Mi mundo se dotó de Belleza para exhibir sus esplendores en un millar de resplandecientes espejos.» El físico David Bohm señala en su libroTotalidad y el Orden Implicado, que el orden y la belleza constituyen un aspecto fundamental de la Realidad. La Naturaleza manifiesta, aunque sólo parcialmente, la majestad y habilidad artística de esa Realidad en nuestro mundo de mente y percepción sensoria, en un vasto número de cosas con que nos ponemos en contacto en la Naturaleza. En su libro El Esplendor Aprisionado, Raynor Johnson escribió: «Debemos poner atención a algunos cantos de los pájaros, a la maravillosamente rica coloración de los papagayos, a los colores y figuras de los peces de aguas marinas profundas (donde prácticamente no hay luz) y también de las mariposas, y a la perfección de color y construcción de las plumas del pavo real…. A dondequiera que miramos en la Naturaleza vemos la evidencia de exuberancia artística más allá de la utilidad para sobrevivir.» Tales manifestaciones nos inspiran para elevar nuestros ojos a lo que hay «más allá».

La Inteligencia inescrutable que dirige la evolución también se revela por todas partes. El bien conocido biólogo E.O. Wilson, especialista en entomología, particularmente el estudio de las hormigas, nos dice que ellas «reúnen comida, luchan con los enemigos, depositan basura y camaradas muertas en pulcros rimeros fuera de su guarida, y llevan a cabo algunas de las más asombrosas hazañas de ingeniería en el reino animal. ¿Cómo logran esto las colonias, cuando los cerebros de sus miembros individuales son tan limitados?…. Ninguno, parece, maneja las cuerdas de la colonia, por tanto ¿cómo consigue funcionar como un todo?» Con todo respeto por este eminente especialista podemos decir que algo ciertamente maneja las cuerdas de las colonias, y esa es la Mente Cósmica, la inteligencia del Universo. La evolución es un vasto movimiento que lleva a los seres vivientes hacia la perfección y al más elevado nivel de conciencia. En la etapa humana, nosotros tenemos el privilegio de observar y aprender hacia dónde vamos por las señales a nuestro alrededor que nos acercan a la celestial belleza, inteligencia y verdad.

Publicado en la revista The Theosophist, en noviembre de 2003