Los Senderos Ocultos de la Vida

Miguel Martínez de Paz reflexiona acerca de nuestra naturaleza interna y las oportunidades de desenvovimiento que la vida cotidiana nos presenta.

La Ley oculta que rige la vida, determina las expansiones de conciencia, los llamados silenciosos desde lo profundo del ser, a la conciencia humana, elevándola hacia un despertar a más amplias regiones o ámbitos de esa misma vida unitaria y por tanto interrelacionada. Los tiempos de esos llamados son regidos por la misma Ley. La conciencia del ser humano ha de ser receptiva y prepararse en la disciplina y en el estudio para aceptar y comprender esos llamados de la naturaleza profunda del ser, que de ese modo pueden marcar pautas de cambio, de evolución y de concordia, en la vida de los seres humanos.

La dinámica de los mundos esenciales que operan más allá del pensamiento, provee a la naturaleza del ser humano de las pautas sutiles que le pueden marcan un rumbo de progreso seguro en la existencia.

Más, no es labor fácil, ni de un día el preparar y armonizar los vehículos temporales para propiciar la receptividad de la consciencia humana. Sabido es que los yoes personales bloquean a menudo los sutiles llamados de esa naturaleza o conciencia atemporal. ¡Eh, ahí, pues nuestra ingente labor de atención, nuestra constante necesidad de discernimiento y de sentido común!

Creo que erramos al pensar que nuestra realización espiritual está en permanecer el mayor tiempo posible con la mente en los mundos sutiles y esto puede ser temporalmente grato y necesario a fin de ampliar el horizonte sutil de nuestra vida real, más pienso que nuestra realidad temporal ha de ser atendida con amplitud de miras y de propósitos. Hemos de poner atención en el mundo que nos rodea y fecundar con el recto cumplimiento los deberes naturales que nuestro entorno nos pone ineludiblemente por delante. En ese constante armonizar desde los niveles físicos naturales en nuestro estado y nivel, podemos adquirir el hábito de seguir armonizando paulatinamente los niveles siguientes de nuestras naturalezas. «Toda labor que caiga en tus manos, realízala como si fuera para Dios y no solo para los hombres«. Es el enunciado correspondiente al recto hacer o cumplir.

En otras ocasiones ya hemos considerado el enorme torrente de información y de enseñanza del que afortunadamente disponemos y del que nos rodeamos y también de la imposibilidad de asimilar adecuadamente tan sólo una pequeña parte de todo ello, por tanto a veces por tanto exceso de información exterior, bloqueamos el oculto manantial, la propia fuente que puede proveernos de inspiración, de paz y de sosiego, marcando la pauta diaria propia en natural aceptación y cumplimiento.

La característica del mundo que habitamos es la fisicalidad y en ese terreno nos movemos y en él hemos de sembrar con la conciencia de que estamos de paso y de que hemos venido a experimentar y a desarrollar el eterno principio que nos anima, con pruebas, contrariedades y por ello con toda una inmensidad de posibilidades que nos proporcionan experiencia y capacidad de discernimiento o elección.

Las potencialidades de nuestra naturaleza esencial son inagotables, por tanto los retos de la vida pueden ser asumidos con dignidad y en la consciencia de que todos los retos son en realidad posibilidades de desarrollo y de acrecentar nuestra capacidad para retos ulteriores de mayor ámbito y responsabilidad.

Es evidente que arrastramos muchos lastres mentales y emocionales de los que hemos de liberarnos pues son los reales impedimentos que distorsionan los sutiles llamados o reflejos de nuestra naturaleza atemporal.

El milagro de la vida en su grandeza, esplendor y prodigalidad, puede operar en nosotros esa recuperación de la consciencia en la Vida Universal, la vida total a la que pertenecemos, si damos los decididos y necesarios pasos a fin armonizar nuestras vidas en el cumplimiento y en la rectitud.

El ser espiritual y con eternos destinos que somos en última realidad, puede así desplegar sus alas y sus poderes para realizar no ya el capricho personal y humano sino lo esencial y trascendente que le ha traído a la vida en los campos físicos.

Vivimos tiempos de confusión, de conflicto, de incertidumbre y por tanto en la necesidad de cambios profundos en la actitud del ser humano ante la vida. Esto sólo puede lograrse permitiendo que el oculto manantial fluya y haga fecunda e inspirada a la mente por haberse ésta ya aliado con el fuego del corazón, que ardiente en elevados anhelos, quema la imperfección de los estratos más densificados en los vehículos de conciencia.

En esa humilde y sincera aspiración, está la actitud adecuada en cada momento. La orientación genuina a los propósitos definidos, está plasmada en las pautas sugeridas en la obra «A los Pies del Maestro» cuyas reglas propician la disciplina adecuada a tener en cuenta, para que esa apertura de conciencia pueda efectuarse con toda naturalidad y eficacia. Se nos dice:

«La Ciencia de lo Oculto, no admite componendas entre lo que es justo o in justo. Ha de hacerse siempre lo justo y abstenerse de lo indebido sin reparar en lo que piense o diga el ignorante. Se han de estudiar las leyes ocultas de la Naturaleza y al conocerlas, adaptar la vida de acuerdo con ellas, empleando siempre la razón y el sentido común«

«Se ha de distinguir entre lo falso y lo verdadero; se ha de aprender a ser veraces en cualquier circunstancia, en pensamiento, en palabra y en la acción.
Primero en pensamiento; y esto no es fácil pues en el mundo hay muchos pensamientos falsos, muchas supersticiones necias, y nadie que esté esclavizado por ellas, podrá progresar. Así pues, no ha de sostenerse ninguna idea porque otros la sostienen, ni porque esté escrita en algún libro que los hombres tengan por sagrado. Se ha de pensar acerca del tema y analizar por uno mismo si es o no es razonable. Se ha de recordar que aunque mil personas opinen igual por un asunto, si nada conocen del mismo, su opinión carece de valor.
«

Como veis, lo que estoy sugiriendo como base de reflexión es la libertad de pensamiento, solo así podremos encontrar la naturaleza real de nuestro ser interno y escuchar su voz; en definitiva, propongo la autenticidad de ser nosotros mismos desde lo profundo, desde el ser atemporal, en cualquier tiempo y circunstancia.

En el mundo en que nos movemos, existen muchos condicionamientos, y hemos de descubrirlos para poder ser y pensar libremente, también existe otra lamentable lacra contraria a nuestra libertad y ésta es la instrumentalización. Sí, a menudo somos instrumentalizados en múltiples niveles y nuestra vida y decisiones, no obedecen en realidad a nuestro propio Yo o interés. Son problemas de las muchas dependencias que buscamos y frecuentemente nos creamos. Esta realidad, es sin duda un obstáculo para la realización de nuestro oculto fluir en el ser y desde el ser.

Krishnamurti, el gran precursor de la Nueva Era, constantemente nos provee de interrogantes que cuestionan las formas cristalizadas de pensamiento en las que refugiamos nuestra comodidad psicológica. Es el gran rompedor de las cárceles del pensamiento. Nos habla de la mente fragmentada, del miedo, de lo inconsistente en el tiempo de una práctica religiosa repetitiva etc. y recientemente recibí un poema de alguna de sus consideraciones que viene a medida de la reflexión que hoy quiero dejar aquí planteada. Nos dice así:

El verdadero Conocimiento es del Corazón. . .
Tanto como de la Mente. . .
No es una simple percepción Mental. . .
De la forma de las cosas. . .
O un conocimiento de su naturaleza material;
Debe incluir, el ALMA de las cosas. . .
Las ideas Divinas que ENCIERRAN.

«El alma de las cosas«. Claro, las enseñanzas espirituales, tienen muchos niveles y lo que percibimos de ellas, lógicamente varía según nuestro desenvolvimiento y real compromiso con ellas. Son puertas que no sabemos abrir por nuestro atraso y por tanto el tesoro que guardan no puede ser contemplado más que en su parte externa.

Cuando no hay hueco entre el Conocedor y lo Conocido,
Entre el sujeto que percibe y experimenta, y su objetivo. . .
Hay Conocimiento por identidad, ABSOLUTO y DIRECTO.CONOCER, y sin embargo no estar atrapado. . .
En los grilletes de ese Conocimiento. . .
Es el estado NATURAL del CONOCEDOR.

En efecto, las áridas etapas por las que en tantas ocasiones transcurre la vida del alma humana, crean la necesidad de ese agua de vida que no es material sino de naturaleza superior o esencial y en largos derroteros, que van apagando los instintos, se van creando las capacidades que determinan ese fluir oculto, tantas veces con dolor, pero que con su inmensidad proporcionan norte y aliciente al alma atormentada que no encuentra en la materia el lenitivo a su angustia existencial.

Se nos dijo: «Lo que mucho vale, mucho cuesta«, por tanto siempre es posible el elevar la conciencia en un contenido de alicientes, de coraje, de esperanza y de determinación y poner en práctica aquello de «Se hace camino al andar«. Nuestros recursos reales y posibles están a nuestra propia disposición, nadie los podrá poner en marcha sino nuestro coraje y firme resolución.

El calor del corazón, el perfume de la andadura en la fe del propio camino, del propio caminar, la música de fondo que puede acompañar nuestras más nobles decisiones y sacrificios, están en el propio sendero decidido, están esperando en cualquier recodo, cuando ni siquiera nos acordemos de todo ello, pues el torrente de voluntad desarrollado, bastará para protegernos, guiarnos y sentir la plenitud de la vida en la ciencia de su eterno destino.

El amor comenzará entonces a desarrollarse como planta debidamente enraizada, como divino elixir que todo mal cura, que toda deuda paga, que todo perdón otorga, que de todo momento extrae un aliciente. Es la gloria del ser, es la percepción de su propia divinidad, es la certeza de un inenarrable destino en la inmensidad inconmensurable de lo infinito que todo lo unifica en su eternidad.

Sí, los divinos tesoros reservados a todo ser, no están allí arriba, sino aquí mismo, en nuestro entorno, todo lugar esta interpenetrado por la divinidad, quizás aguardando amorosamente el momento de manifestarse en cada corazón por haber sido este purificado con el fuego del sacrificio, con la pureza de la renuncia y del desapego, con la aspiración hacia lo más sublime, con vocación de eternidad.

Queridos amigos: Ese florecer cuya real posibilidad, creo que todos entendemos, es posible debido a nuestra quizás tan poco considerada «realidad esencial«.

La vanidad intelectual, la soberbia, el orgullo y la arrogancia de nuestros yoes personales, se hacen dueños absolutos de la vida humana, quieren perpetuarse pues no ignoran su temporalidad. La costra o corteza que creamos en nuestros vehículos mentales, tiene tal densidad que al modo de densa niebla, nos impide ver el sol espiritual que siempre está aguardando el tiempo para iluminar nuestras vidas.

Hemos pasado siglos rogando y pensando que los santos e iluminados nos saquen de esta situación, manteniendo activa en nosotros la causa que la produce. Nuestra ignorancia no puede seguir siendo la excusa, pues la información nos llueve a raudales en estos tiempos privilegiados al respecto. Las verdades ocultas en los templos iniciáticos, han salido ya a la luz. Quienes aplicaron en su vida tales leyes y conocimientos, han triunfado en sus elevados propósitos, han dado innumerables testimonios del camino recorrido, marcando el rumbo hacia la realización del ser espiritual. Todo ello lo constituyen nuestros estudios de Teosofía, las publicaciones existentes, toda la actividad de las Ramas teosóficas.

Sucede sin embargo, que los seres humanos nos acomodamos a recibir instrucción, a recibir información, y a veces a vestirnos de conocimientos hermosos, en la vana pretensión o falsa creencia de que así ya nos estamos realizando, de que ya somos lo que sabemos y creemos ser. Vana quimera o fantasía del yo, pues es bien popular el dicho de que «el hábito no hace al monje«.

Mientras no seamos capaces de rasgar esa corteza mental en la que el yo personal se acomoda, no podremos beber en la fuente interior de aguas puras, el elixir de la vida superior, y seguiremos siendo «el hijo pródigo al que el Padre sigue esperando con sus amorosos brazos abiertos«.

Os abrazo a todos fraternalmente.