La Meditación paso a paso

Vicente Hao Chin nos entrega una visión fresca, consciente y profunda del proceso de la meditación.

El propósito de la meditación es generalmente doble. Lo primero es la tranquilidad en el vivir; eso significa calma en la mente, en los sentimientos y en el cuerpo. Lo segundo es despertar nuestros más elevados potenciales espirituales, un estado de realización que fundamentalmente resuelve las cuestiones básicas de la existencia. Ese estado es descrito «como llegar a casa«, retornar a nuestra naturaleza básica, más allá de las capas de la psiquis con las cuales habitualmente nos identificamos, e incluso más allá de nuestra facultad de pensar como normalmente la usamos. Esa experiencia también es descrita como unión mística, iluminación, consciencia cósmica, autorrealización y auto trascendencia.

Calma en la vida y en los pensamientos

La tranquilidad en el vivir engloba dos facetas: una sólida filosofía de vida y frecuentemente el factor principal que estimula a la persona a pasar por prácticas de auto desarrollo como la meditación. Básicamente, meditación significa dominio sobre la mente, más aporta similar dominio sobre las emociones y el cuerpo, pre condiciones importantes para la calma mental.

Sólida filosofía de vida

Una saludable visión de la vida y del mundo, integrada y consistente, es un ingrediente importante para una vida tranquila. Una filosofía así consiste en una comprensión objetiva de la vida y de la realidad humana, y la adopción de valores esenciales en la vida de la persona.

Comprensión objetiva significa estar libre de supersticiones y de informaciones distorsionadas, y no estar indebidamente aprisionado por condicionamientos perniciosos como los miedos y prejuicios, que no nos permiten ver la realidad como ella es.

Valores transparentes son el otro pilar de una sólida filosofía de vida. Significa ver que verdad, sinceridad, gentileza y amor son los correctos fundamentos de la acción humana. Cuando las circunstancias externas como el trabajo o el medio de vida son inconsistentes con los valores internos, en el corazón y en la mente surge un conflicto continuo que no permitirá la verdadera ecuanimidad. Así, como fundamento para la vida tranquila, la persona debe primero asegurar de que no adopta un modo de vida que contradiga sus valores básicos.

Una sólida filosofía requiere una sabia evaluación de prioridades en la vida, en oposición a ser absorbido por cosas no esenciales. En principio eso no es fácil para muchas personas, por causa del hábito condicionado de tratar como urgentes las muchas cosas que son lanzadas sobre nosotros por la sociedad o por otras personas, aunque esas cosas sean realmente sin importancia. Una filosofía así significa también que se adoptaron, con relación a la vida, visiones y actitudes sabias, racionales y de sentido común. Por ejemplo, después de que hayamos hecho lo mejor en la resolución de un problema, ya no deberíamos afligirnos más ni preocuparnos al respecto de las consecuencias inevitables, sino asimilar cualesquiera que sean las lecciones que podamos aprender de la experiencia.

Relajación física

La ausencia de tensión es un ingrediente importante en la vida meditativa. Percibir las tensiones en el cuerpo permite a la persona el dejar fluir, y naturalmente disipar las energías bloqueadas. El conocimiento de las técnicas apropiadas de respiración y percepción es útil para ello.

Calma emocional

Esta es más difícil de alcanzar que la de lidiar con la tensión física, porque las emociones surgen de factores mentales y sociales. Más es posible, con tanto que el individuo desee hacer el esfuerzo necesario. Para eso existen dos requisitos:

  1. Saber cómo liberar la congestión de energía emocional que causa reacciones involuntarias, sin suprimirlas o expresarlas de manera hostil. Esto se hace por medio del llamado «procesamiento emocional» citado en el libro «El Proceso de Auto transformación» de la Editorial Teosófica.
  2. Saber cómo evitar el cúmulo de nuevos patrones emocionales condicionados (interruptores) por medio de la percepción constante.

Se presume que esas tres condiciones sean practicadas en la vida diaria. Sin las mismas, la tranquilidad interior no es posible, y la meditación no sería exitosa.

Quietud mental

Ese es el objetivo de la práctica meditativa en sí. Como dice Patanjali, «Yoga es la cesación de las modificaciones de la mente«. La quietud tiene dos fases principales. El primero es el dominio de los movimientos de los pensamientos comunes («groseros»), y el segundo es la meditación propiamente dicha, donde existe la alerta percepción, más al tiempo existe ecuanimidad de pensamientos, tanto groseros como sutiles.

Niveles en la meditación

Presumiendo que el cuerpo sea ahora capaz de estar sosegado, que las emociones puedan estar calmadas y la vida del individuo en general no esté caracterizada por inconsistencias o contradicciones serias, entonces la persona estará más preparada para la práctica de la meditación propiamente dicha, que consiste en dos fases.

El proceso de domar

Las personas se sorprenden al descubrir que en verdad no tienen el control de sus propios pensamientos. Cuando intentan parar de pensar, esto es, hacer reposar la mente plenamente de cualquier actividad, la mente no cesa de modo alguno. Continúa pensando al respecto de esto y de aquello, reaccionando a uno u otro estímulo. Cuando la persona escoge pensar tan sólo en una cosa, incluso durante un minuto, descubre que la mente sencillamente continúa pensando al respecto de otras cosas.

Eso significa que la persona no detenta el dominio sobre el mecanismo de la mente. La mente es como una máquina que funciona sin el operario. Cuando el operario pulsa el botón «parar», la máquina no para. Sencillamente opera en modo automático, y tenemos la impresión de que tenemos el control cuando en verdad somos tan solo espectadores pasivos de sus movimientos.

Así pues, el primer nivel de la práctica meditativa es obtener el dominio sobre las actividades de la mente. Debemos domar ese caballo salvaje en nuestro cerebro. Esencialmente lo que hacemos es disponer una conexión efectiva entre nuestra voluntad interior y los movimientos de la mente.

Esta fase llamada se llama dharana en el yoga. Dharana se traduce como concentración, más tal vez deberíamos redefinirla. La palabra significa «asegurar con firmeza», esto es, ser capaz de de sostener un pensamiento escogido continuamente en la percepción. No es la concentración obstinada sobre un detalle o un objeto, que generalmente crea tensión. Es una atención leve y relajada, sobre los contenidos de la mente y el retorno al objeto o palabra escogidos cuando la atención es desviada.

El procedimiento más común para conseguir esto es seleccionar dos puntos hacia los cuales retornar cuando la mente sea distraída por otras cosas. La primer punto debe ser visual, y el segundo auditivo o verbal.

El ancla visual es cualquier punto u objeto en el espacio. Generalmente es un punto entre las cejas, la punta de la nariz, la respiración, o el punto entre la nariz y el labio superior. Es la atención amable y firme sobre el punto escogido. El ancla auditiva o verbal es una palabra que la persona repite mentalmente siguiendo el ritmo de la respiración. Se pronuncia mentalmente la primera sílaba en la inspiración y la segunda en la expiración. Si la palabra escogida tuviese una única sílaba, dígala mentalmente durante la expiración.

Una palabra conocida en la India es hamso (se pronuncia ram-sou y significa yo estoy tranquilo) o soham (“aquello que soy”). Entre los zen budistas, la palabra mu (“que significa nada”) es usada en la expiración. Las palabras “Jesús” y “Maranatha” han sido usadas en la tradición cristiana. «Uno-dos» también puede ser usado. Cualquiera que sea el punto o ancla verbal, sencillamente permanezca con la misma en estado de alerta percepción hasta que la mente esté domada para retener tan solo el pensamiento que la voluntad interior escogió repetir.

Este nivel puede llevar meses para ser dominado. Una llave importante para el éxito y la cualidad de la mente durante el resto del día. A medida que practicamos ese proceso de adiestramiento, notaremos una profundización de la percepción en nuestra mente. Una percepción periférica se desarrolla cada vez que practicamos ese proceso meditativo de domar la mente. En cuanto hagamos eso todos los días, regularmente, esa percepción periférica se tornará cada vez más permanente. Como resultado, 4nuestro comportamiento y acciones se tornarán cada vez menos automáticos. Existirán cada vez menos reacciones tipo “reflejo patelar” en nuestros sentimientos y pensamientos. Esto, a la vez, producirá más calma en la vida diaria, así como mayor profundidad en nuestra práctica meditativa.

La meditación propiamente dicha

Cuando la mente adquiere un cierto grado de auto disciplina o adiestramiento, la persona observa que no vuela lejos cuando medita. Al alcanzar este nivel, estamos prontos para la segunda fase de la meditación. Esa es la verdadera dhyana, o meditación: cuando existe la percepción del espacio de la conciencia en el cual tanto los pensamientos concretos como los sutiles son observados.

Es importante comprender que los pensamientos sutiles existen en la mente. Son diferentes de los pensamientos que tienen formas, colores y tamaños. Son más difíciles de observar, más son poderosas fuentes de acciones, reacciones, decisiones y comportamientos. Un ejemplo es la intención. La intención de pensar en la palabra “grillo” es diferente de pensar en la palabra en sí. Existe un movimiento mental antes de pensar en esa palabra, y ese movimiento casi nunca es observado. El pensador no lo percibe, sin embargo existe.

Dhyana o meditación es un estado de consciencia donde la persona percibe las camadas sutiles de pensamientos y también les permite cesar naturalmente. Así, la cualidad esencial de la meditación, no es ya la atención focalizada, sino la percepción. Es una percepción reflexiva, donde se intenta percibir la propia intención de percibir. Esa percepción lleva al estado de quietud, de no intencionalidad, pero aún despierto y perceptivo.

La manutención del estado de meditación depende del éxito que la persona tenga en la fase de domar la mente. Cuando el nivel de adiestramiento no fue bien dominado, la mente continúa retornando al ruido usual de los quehaceres de la vida diaria. Son cuestiones no resueltas del presente o del pasado que surgen en los estados de quietud de la persona, una vez que las cuestiones aún cargan las energías no resueltas y así son auto impelidas a moverse cuando existe un vacío en el campo de la atención.

La capacidad de sustentar la percepción en ese sutil nivel es en sí misma una tarea difícil. Cuando el meditador es capaz de permitir que los pensamientos sutiles se establezcan y se desvanezcan, llega a un nivel en el cual es esencialmente libre de lo que es llamado estado “infeliz”. En ese nivel de quietud meditativa ya no hay lugar para la infelicidad, porque aquello que llamamos infelicidad pertenece a los movimientos y a las preocupaciones de las emociones y de la mente inferior. En este estado meditativo, las emociones y la mente inferior ya están aquietadas y tranquilas.

Es importante una observación al respecto de la energía en la conciencia. Muchas personas observan que cuando meditan se tornan a veces somnolientas y tienden a dormirse. Eso quiere decir que le falta energía al cerebro para seguir adelante. Puede ser porque no se durmió bien, o hay falta de energía en la consciencia para sustentar un estado elevado de percepción.

La energía de la consciencia no está separada de la energía que usamos para otros propósitos: ira, preocupación, ansiedad, excitación, etc. Por eso, cuando consumimos mucha energía de la consciencia con infortunios emocionales, permanecemos con menos energía para la intensa percepción, necesaria en la meditación profunda. Es importante que la persona no desperdicie la energía en la vida diaria. Así, una mayor cantidad de esa energía permanece disponible para la búsqueda de lo trascendente.

Rumbo a la trascendencia

Hasta aquí las prácticas meditativas descritas pueden ser obtenidas por aquello que llamamos esfuerzo. Más allá de ese punto, las directrices comunes sobre meditación se desvanecen y ya no son aplicables. El esfuerzo es una intención de la mente, un deseo de alcanzar algo. Como tal, aún es un pensamiento. Más cuando todos los pensamientos de ese tipo cesan, ¿de dónde vendrá la motivación o la razón para continuar avanzando? ¿Y cuando no hay motivo, cómo nos debemos mover rumbo a la trascendencia y a la iluminación?

Llegamos a una fase crucial en la meditación y en la vida mística. Ese nivel está caracterizado por paradojas: esfuerzo sin esfuerzo, acción sin acción, percepción sin elección, etc. El poder motivador e impulsor ya no son los pensamientos, las emociones o el cuerpo. Tiene que ser de la propia trascendencia.

En la práctica de la vida espiritual, llega un momento en que se desarrolla un eslabón entre lo trascendente y la consciencia cerebral. Lo trascendente siempre estuvo ahí, más la unión entre el mismo y la consciencia común, no está generalmente establecida. Ese eslabón está caracterizado por la presencia de prajna, o consciencia intuitiva filtrándose hacia el interior de la mente. Se dice que solamente un porcentaje muy pequeño de personas en el mundo tienen prajna despierto en la consciencia diaria. En la mayoría de los casos, ese despertar está en su fase incipiente, más en algunos ya se tornó en una cualidad dominante de la consciencia.

Es ese prajna despierto el que asume el crecimiento o desarrollo de la consciencia de la persona. No es ya una cuestión de esfuerzo o intención. Es un crecimiento inconsciente, como el de una planta o el de una flor. Todo lo que la persona puede hacer es regarla y exponerla a la luz del sol, proveerla de un ambiente nutritivo, más el proceso de germinación es un proceso interno. El tratado místico “Luz en el Sendero” nos dice:

“Creced como crece la flor, inconscientemente, pero básicamente anhelante de abrir su alma al viento. Igualmente debes esforzarte para abrir tu alma a lo eterno. Más debe ser lo eterno lo que desarrolle tu fuerza y tu belleza, no el deseo de crecimiento. Pues en un caso desarrollarás la exuberancia de la pureza, en el otro endurecerás en la pasión impetuosa por el desarrollo personal”

Otro tratado místico, de un desconocido monje del siglo XIV, «The Cloud of Unknowing«, (La Nube de la Ignorancia) nos dice que una búsqueda así debe de estar más allá de las palabras y del conocimiento, por tanto en el estado de “no saber”, pues todas las palabras, deseos y fórmulas solo se tornan en obstáculos. Lo que resta es una “intención desnuda” La llamo intención desnuda porque es totalmente desinteresada. En esa obra el artesano perfecto no busca el beneficio personal o la exención de sufrimiento. Krishnamurti llama a eso “tierra sin senderos”, porque cualquier formulación, cualquier método, es tan solo una vez más un esfuerzo de la mente. Los budistas zen realzan la naturaleza no intelectual de ese proceso con ejercicios que no permiten ofrecer soluciones o métodos para la búsqueda.

El libro “Luz en el Sendero” expresa eso de la siguiente manera:

“Está escrito que para aquel que está en el umbral de la divinidad ninguna ley puede ser formulada, ninguna guía puede existir. No obstante, a fin de iluminar la lucha final del discípulo puede ser expresada así:

Escucha tan sólo la voz que es insonora. Considera sólo aquello que es invisible tanto en el sentido interno como en el externo

Publicado en la Revista Sophia de la Editora Teosófica de Brasil