La Perseverancia y el Desapego

Algunos refranes populares encierran una enseñanza fresca y útil si la sabemos apreciar e interpretar como nos propone el autor Surendra Narayan. 

 «Piedra que no rueda crea limo» es un viejo dicho que oímos desde niños. Quiere decir que una persona inquieta está siempre cambiando, no prospera ni triunfa en la vida.

Es común usarlo para alertar a los jóvenes contra el cambio de cursos – de artes a ciencias o de física a biología. Si alguien está interesado en los deportes, es alertado contra el cambio de voleibol a básquet y enseguida a futbol. Si alguien cambia de carrera con mucha frecuencia – de derecho a periodismo y después a gerente de restaurante – la analogía de la piedra que rueda también viene ahí a encajar.

La moral de ese dictado, sin embargo, tiene implicaciones mucho más amplias. En el camino espiritual alguien puede sentirse tentado a cambiar de jnana yoga a mantra yoga y después a hatha yoga; así progresa poco. También puede viajar por todos los continentes, en una búsqueda sin fin de sabios o gurús, sin conseguir provecho alguno.

Del mismo modo, la persona que busca la verdad puede distraerse con el transcurrir de la vida. Puede dar oídos a ilusiones, permanecer estancada o incluso andar hacia atrás. Fue por eso que Budha, en los últimos sermones a sus discípulos, dice: “Buscad aquello que es permanente y ejercitad vuestra salvación con diligencia”.

Sin diligencia, o sea, sin constante esfuerzo y atención, no se puede crecer en la comprensión correcta; piedra que no rueda cría limo. “Un camino con muchas paradas no permite llegar con rapidez al final de la línea”, como uno de los Mahatmas avisó a Sinnett, en sus cartas.

En el libro Footprints of Gautama Budha, Marie Byle cuenta una interesante historia. Un monje estaba teniendo problemas con su progreso espiritual; con frecuencia tornaba «a la vida superficial de la Tierra aunque aún estuviese usando el manto amarillo«. Desanimado, procuró a Budha, que enseguida comprendió la causa del problema y señaló hacia una gallina en una mata. Había diez huevos en el nido, pero ningún pollito. La gallina andaba de acá para allá, en vez de encubar los huevos. Incluso cuando empollaba los desviaba con las patas, esperando que se resquebrajaran y algunos piquitos apareciesen. Sin embargo, esto no ocurría.

Buda dijo: «Aquella gallina quería mucho a los hijitos, pero no los dejó nacer porque no incubó los huevos«. El monje que tanto desea la liberación de los deseos y el alcance de la inmortalidad no llegará a su meta codiciándola. Las cosas no vienen por el deseo. Debemos permitirlas suceder.

El Génesis contiene la misma lección, aunque con palabras diferentes: «Inestable como el agua, no triunfarás«. La impaciencia es un obstáculo en el camino. Queremos resultados rápidos para los esfuerzos espirituales. Al igual que la gallina, retiramos los huevos y los destruimos. Como un jardinero impaciente, cavamos en las raíces de las plantas, para tener la certeza de que éstas profundizan.

En «A los Pies del Maestro«, Krishnamurti nos recuerda la importancia de la objetividad de nuestra conducta: «Ninguna tentación, ningún placer mundano, ningún apego mundano, deberá jamás separarte del camino, pues tú mismo eres el camino«.

Krishnamurti también aconsejó: «Mantente vivo, consciente, y no dejes que nada sofoque la llama. No dejes que ni siquiera un simple pensamiento escape sin que observares de donde vino, sus motivos y significado. Mantente despierto«.

El dicho: «Piedra que no rueda, crea limo«, también puede ser interpretado de manera completamente diferente, en otro contexto. El limo en una piedra, puede ser un estorbo. Hace que la piedra pueda parecer musgosa y sucia, ya que una piedra limpia, clara y brillante, es más agradable a la vista.

La piedra se llena de limo cuando permanece apegada a un lugar. Lo mismo puede aplicarse a nosotros mismos. Cuando permitimos que el apego a las personas, cosas o sensaciones prevalezca, la mente permanece contaminada por el limo de los pensamientos y de las memorias, que pasan a gobernar nuestra vida. Así, sucede que las percepciones se turban, tonándose estrechas y limitadas.

En «La Voz del Silencio«, Blatvasky recomienda: «Lucha contra tus pensamientos impuros antes de que ganen poder sobre ti (…) pues si les das lugar, crecerán y se enraizarán, se impondrán a ti y te matarán«. En esa interpretación, rodar tiene un sentido de desapego. «Los sabios no se demoran en los jardines de las delicias de los sentidos» afirmó Krishnamurti.

Una persona bien asentada en el camino de la santidad es llamada parivrajaka (andariega) en el saber religioso hindú. Los budistas también le llaman sotapanna «aquel que entró en la corriente». Una piedrecita en el lecho del rio que va rodando en la rápida corriente, no cría limo y gradualmente se torna más lisa, limpia y menor, hasta que finalmente se torna en arena, indiferenciada y brillante.

Publicado en la Revista Sophia de la «Editora Teosófica do Brasil»