Educación para la felicidad

Todos quisiéramos ser felices, pero ¿somos educados para buscar la felicidad en la vida? Eduardo Weaver analiza en este artículo algunas claves de la felicidad y cómo deberíamos educar a los niños para que sean capaces de buscar su propia felicidad. 

“Cuando los niños aprenden a observar la vida con todos los sentidos y el corazón despiertos, adquieren el poder de reconocer lo divino no solo en el exterior, sino en la esencia de su ser”

En las tradiciones orientales, especialmente en el budismo y en el hinduismo, la felicidad es vista como una condición natural en el ser humano. Los hinduistas hablan de Ananda, bienaventuranza como un estado de conciencia que surge cuando estamos en sintonía con la naturaleza, con las personas a nuestro alrededor y con todo el universo. Los budistas afirman que en el interior del ser humano hay un diamante radiante que está obscurecido en razón del envolvimiento de las personas con un estilo de vida caracterizado por la búsqueda de la satisfacción de incontrolables deseos, por los pensamientos tensos y por el estrés resultante de una vida fragmentada y repleta de conflictos.

No obstante, los sabios budistas recuerdan que un diamante no pierde su brillo cuando está enterrado en lo profundo de la tierra. Es posible cavar hondo, traerlo a la superficie, retirar la tierra que lo envuelve y disfrutar de su belleza y esplendor. Esos sabios afirman que ese es el camino de la iluminación: retirar lo que nos separa de nuestra naturaleza divina.

Según ellos, la naturaleza más esencial del ser humano puede ser descrita como felicidad en estado bruto. Como esa felicidad es intrínseca a la naturaleza humana, no depende de cualquier condición externa. Según afirma el monje tibetano Yongey Mingyur Rinpoche, queremos ser felices porque tenemos nostalgia de ese estado primordial. La búsqueda de la felicidad deriva en el deseo de volver a ser lo que ya se es en esencia. Es maravilloso saber que en los niveles más profundos todos los seres humanos poseen una fuente inagotable de felicidad. Esa percepción es de gran valía en la superación de las fases más negras de nuestras vidas.

Mas, ¿será posible impedir que la vida deje en nuestra consciencia sus marcas de frustración, ansiedad y amargura? ¿Cómo impedir que el diamante que yace en el interior de cada ser sea gradualmente envuelto por capas de egoísmo, de condicionamientos y de sinsabores?

Podemos observar que los niños pequeños tienden a ser más alegres, espontáneos creativos y sonrientes que los adultos. ¿Será posible evitar que, a lo largo de su crecimiento y desarrollo, sean contaminados por una visión del mundo cartesiana y separatista? Richard Barret, un escritor inglés, menciona en uno de sus artículos una investigación que constató que la habilidad de ser excepcionalmente creativos es inhibida cada vez más por nuestra sociedad, por nuestro sistema educativo y por nuestros valores familiares. Las investigaciones fueron hechas en grupos de niños cuando tenían de tres a cinco años; de ocho a diez; y de nuevo cinco años adelante, en la franja de los trece a los quince años.

El resultado mostró que el 98% de los niños de los tres a los cinco años podían ser clasificados en la categoría de genios. Cinco años más tarde, tan solo el 32% tuvieron esa calificación. Cinco años después, en la franja de los trece a los quince años, los mismos chicos fueron probados, verificando que el porcentaje había caído al 10%.

El mismo test aplicado en 200.000 adultos con más de 25 años demostró que solo el 2% poseían un nivel de creatividad de genio. Se percibe que aunque la creatividad sea un don innato, la capacidad de las personas de expresarse de forma creativa es bloqueada en la medida en que pasan a aceptar opiniones, conceptos y creencias de otros. De la misma manera y al igual que todos los dones y habilidades humanas, la genialidad, cuando no encuentra un campo propicio para su expresión, se marchita progresivamente.

Naturaleza esencial

Se hace necesario que nuestra sociedad cuestione sus valores y su sistema educativo, girado tan solo hacia el éxito profesional, hacia el descubrir maneras de no permitir que esa tragedia se perpetúe. Si los seres humanos están dotados de un potencial tan maravilloso, si tienen intrínsecamente tamaña virtualidad, se ha de encontrar una forma de impedir el embotamiento gradual de sus dones creativos. Es necesario descubrir medios de impedir que el fuego creativo de los chicos sea sofocado y que se transformen en adultos encuadrados, seres de segunda mano que llevan una vida repetitiva y muchas veces mediocre.

No es difícil de percibir que la pérdida de creatividad está asociada a la pérdida de espontaneidad, de las facultades intuitivas y a la alegría de vivir. Cuando una criatura es continuamente podada, reprendida por comportarse fuera de los patrones sociales, y es obligada a adoptar posturas, actitudes y comportamientos “socialmente correctos”, atendiendo a las expectativas de los padres, profesores y de la sociedad como un todo, se cierra para el mundo, dejando de expresar su verdadera naturaleza.

Conforme afirma Marilyn Ferguson en Conspiración Acuariana, la pérdida de la libertad y de la creatividad es en gran parte debida a un sistema educativo que da énfasis al “ser correcto” en detrimento de ser abierto y verdadero. Los sistemas educativos que predominan en el mundo se basan en la aceptación de la autoridad y en la imposición del conocimiento.

Es interesante notar que perder creatividad es apartarse de su naturaleza divina. Conforme está escrito en la Biblia, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Los hinduistas afirman que Atma, el espíritu del hombre, es de la misma naturaleza que Brahman, la divinidad suprema. Todo, ser humano, por tanto, puede y debe ejercer su función creativa, que es un atributo divino. La creatividad se asocia a la expresión de aquello que es lo más esencial en todo ser humano: sunaturaleza divina.

Nadie puede ser feliz si no es capaz de asumir su verdadera identidad. En los Yogas Sutras de Patanjali se nos dice que solamente cuando cesa el murmullo de la mente, solamente cuando el ser humano rompe con su naturaleza condicionada, es capaz de establecerse en su naturaleza esencial.

Se observa que muchos padres están más preocupados en su éxito profesional y en la ascensión social de sus hijos que en su felicidad. Bajo el pretexto de protegerlos, los aprisionan, induciéndoles a seguir un camino que constantemente no coincide con sus aspiraciones más profundas. Es frecuente que los padres quieran que los hijos sean lo que ellos no consiguieron o no tuvieron oportunidad de ser, o que tengan una profesión que garantice una buena condición financiera.

Sucede que toda persona tiene un propósito que es sólo suyo. En la India ese propósito o misión de la vida es denominado dharma. Todas las tradiciones religiosas consideran que el universo es un todo ordenado. Como el ser humano toma parte de ese orden cósmico, tiene un papel a desempeñar en el gran drama de la creación. El hinduismo afirma que la felicidad solo puede ser encontrada cuando realizamos nuestro dharma, o sea, cuando conseguimos que nuestra vida sea la expresión del propósito para el que fue creada.

Como en el universo nada sucede por casualidad, estamos en el lugar, en el tiempo y en las condiciones apropiadas para la realización de nuestra misión en la vida. Ser feliz depende, por tanto, de conseguir asumir su real identidad y ser capaz de realizar su misión en la Tierra.

Es interesante que, cuando actuamos en armonía con nuestra naturaleza interior, naturalmente nos sentimos felices. A veces ese estado de felicidad o bienaventuranza llega cuando menos lo esperamos, en los momentos en que nuestra mente está tranquila, sin preocupaciones y en sintonía con toda la naturaleza de alrededor.

Joseph Campbel, en el conjunto de entrevistas denominadas “El Poder del Mito” dice repetidamente: “Follow your bliss” (siga a su felicidad o bienaventuranza). El mensaje que procuró transmitirnos, fue que en determinados momentos de la vida, somos colocados delante de una encrucijada. Precisamos optar entre seguir el camino más cómodo o escoger la senda que nuestro corazón nos indica. A veces precisamos desistir de un placer a corto plazo en pro de algo que nos encanta y que nos hace sentirnos más humanos.

Seguir la felicidad requiere atención y determinación. El hombre común está siempre cayendo en tentaciones y, como decía San Pablo acaba haciendo lo que no deseaba y dejando de hacer lo que realmente quería. Nuestra naturaleza condicionada crea surcos en nuestra mente y en nuestras emociones. Nuestros hábitos acaban tornándose en prisiones, pues impiden que seamos libres. Para ser feliz es necesario romper con esa segunda naturaleza condicionada y osar ser libre e independiente.

La cuestión que se nos presenta es: ¿Cómo podemos contribuir para que los chicos crezcan y se desarrollen sin perder creatividad, sin perder la alegría de vivir, sin dejarse sofocar por influencias externas que buscan encuadrarles y moldearles, tornándoles fantoches, autómatas sirviendo a los intereses de una minoría?

Esa cuestión es fundamental, porque después de que una persona pierde sus dones creativos, le es muy difícil el conseguir rescatarlos. Romper con los vicios, con los hábitos y con los condicionamientos es un proceso penoso y difícil. Si conseguimos educar a nuestros hijos desde la más tierna edad de manera que se tornen menos susceptibles de embarcar en canoas agujereadas, estaremos ofreciendo una enorme contribución para el futuro de la humanidad.

Padres y educadores tienen una importante misión: crear condiciones para que los niños, los jóvenes y los adolescentes desarrollen todo su potencial creativo. Para ello existen algunas actitudes que contribuyen a esa elevada misión de forma comprobada.

  1. Dar mucho afecto a los hijos y educandos. Todo ser humano precisa amor para afirmarse. Un ambiente acogedor y afectuoso en casa y en la escuela es importante durante las fases del desarrollo de la persona. El amor une e integra, impidiendo que el niño desarrolle una conciencia egoísta. Tocar a los hijos, besarlos, abrazarlos y saltar junto con ellos contribuye mucho al desarrollo de su autoestima.
  2. Darles mucha atención, estar presentes y escucharles a niños y adolescentes. Todas las personas aprecian la atención, mas los niños necesitan aún más atención en cuanto que están formando sus personalidades. Personas carentes de ello tienden a tornarse amargas y se acaban aislando del mundo.
  3. Aceptar a los hijos como realmente son, sin imponer sus patrones o juicios. Dejar que ellos se abran naturalmente, siguiendo su propia índole. Cada ser humano tiene una personalidad única, con dones y limitaciones. El papel de los padres y educadores es incentivar a los niños a expresar lo mejor de sí mismos sin preocuparse de ser mejores que los demás.
  4. Dar libertad y, al tiempo, hacer que los niños conozcan los límites. La libertad se puede dar cuando los niños sienten ser amados y estimulados a ser responsables con naturalidad, entendiendo que viven en una sociedad donde existen derechos y deberes. Cuando el niño se siente amado y sabe que los padres y profesores confían en él, actúa naturalmente y de forma responsable.

En suma, educar para la felicidad es despertar la sensibilidad, y crear las condiciones para que los niños sean ellos mismos, puedan apreciar la belleza, aceptar el mundo como es, aceptar las limitaciones de la vida y aprovechar las oportunidades que le son ofrecidas.

Educar para la felicidad es hacer que los niños perciban que forman parte de un mundo maravilloso, que su vida no es diferente de la vida universal. Dentro de esa visión, las posibilidades son inagotables.

En la medida en que los niños aprendan con sus padres y profesores a oír buena música, a apreciar el encanto de una flor silvestre, a admirar el cielo estrellado o la belleza de una puesta de sol, estarán conectando con su naturaleza más profunda. Cuando los niños aprenden a observar la vida con todos los sentidos y el corazón despiertos, adquieren el poder de reconocer lo divino no solo en el mundo exterior, sino también en la esencia de su ser. Cuando eso sucede, el diamante que estaba obscurecido en el fondo de su ser es rescatado y vuelve a brillar y a iluminar el mundo con todo su fulgor.

Eduardo Weaver. Ingeniero, director presidente de la Editora Teosófica y conferenciante.
Publicado en Revista Sophia. Brasil. (Abr–Jun 2012)